EL ESPEJO
Quizá hace unos meses no me
gustaba mirarme al espejo, no quería ver la imagen que aparecía en él. Las
pocas veces que lo hacía era para mirar mi cara demacrada y para lamentarme por
“un día más”. Mientras menos espejos me cruzara en mi camino era mejor, me
sentía aliviada, pero ¿por qué tanto temor?, ¿qué era lo que no quería
enfrentar?
Después de tanto pensarlo decidí
afrontar a esa persona y me planté frente al espejo. Lo que encontré fue
sorprendente.
Apareció una mujer hermosa y miré
a través de ella muchas cualidades.Le sonreí y quedé aún más
impresionada, pues hallé a una mujer tan completa, que no había visto jamás. Su
cabello, su piel, sus facciones, su silueta que aunque no eran perfectas
transmitían mucho más de lo que pude alguna vez creer.
Ya no importaba si cada mañana
veía mi rostro demacrado, porque lo importante era el brillo de mis ojos y cómo
estos iluminaban mi semblante. Ya no más miedos de mirarme al espejo y mucho
menos a lamentarme por “un día más”.
Cada día me empecé a mirar con
una mejor actitud y con ganas que el mundo conozca a esa mujer que yo hallé en
el espejo.
Desde ahora los espejos son mis
cómplices para hacerme recordar quién soy yo. Ahora me gusta observarme en cada
uno de ellos y no se trata de vanidad, se trata de AMOR PROPIO.
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